EXPOSICIÓN | En Madrid
Pablo Neruda y Matilde Urrutia, abrazados en Isla Negra. Ver más fotos
- La muestra reúne 453 piezas que el poeta donó a la Universidad de Chile
- 'Neruda encontró en ellas el prodigio de la naturaleza', dice Pedro Núñez
"Lo mejor que coleccioné en mi vida fueron mis caracoles. Me dieron el placer de su prodigiosa estructura: la pureza lunar de una porcelana misteriosa...". Recolectar caracolas fue casi una obsesión para Pablo Neruda. En su búsqueda de nuevas piezas, rastreó mercadillos de todo el mundo, exploró playas bañadas por los diferentes océanos y utilizó las mañas necesarias para que amigos o conocidos le obsequiaran con piezas únicas.
Ahora, parte de este tesoro que el poeta reunió durante 20 años y que le sirvió de inspiración, se despliega por primera vez ante el público. La cita es en Madrid, en la sede del Instituto Cervantes, que acoge, hasta el 24 de enero, 453 de las casi 9.000 caracolas que el poeta donó a la Universidad de Chile en 1954 gracias a la exposición 'Amor al mar. Las caracolas de Neruda', organizada por el Instituto Cervantes, la Embajada de Chile en España y la Universidad de Chile.
Las piezas desembarcadas en Madrid son las más espectaculares y el visitante puede observarlas mientras recorre las curvas del océano improvisado de la sala con el sonido del mar de fondo o escuchando, como salida de una caracola, la voz del premio Nobel de Literatura recitando sus poemas.
"Neruda encontró en las caracolas una inspiración constante, el asombro frente al prodigio extraordinario de la naturaleza, explica Pedro Núñez, comisario de la exposición.
El poeta encontró en sus caracolas la metáfora de la diversidad del mundo a pesar de las rígidas proporciones matemáticas que rigen su estructura espiral. Una cuestión que abordó en su poesía, también sacudida por la omnipresencia de un mar que conoció con 15 años. "Incluso antes de conocerlo, Neruda ya presentía la importancia que el mar tendría en su poesía. Su encuentro con él cambió su visión del mundo", afirma Núñez.
Quizás por eso coleccionara todo tipo de objetos relacionados con los océanos, desde mascarones de proa hasta barquitos en botellas.
Pero la joya de la corona eran las caracolas. La pasión de Neruda era tal que se hizo experto de la malacología. Poseía libros -algunos presentes en la muestra- y mapas de especies.
El poeta atracaba con gestos a sus contertulios. Un amigo le mostró su colección de caracolas. El poeta "encontró una que no tenía y que le gustó especialmente. Le cambió la cara, la cogió y la tuvo durante bastante tiempo en sus manos. Después dijo: 'muchas gracias por este encuentro, vamos a celebrarlo con un whisky', y se quedó con la caracola", comenta Núñez.
Un grupo de caracoles terrestres fluorescentes en una vitrina recuerdan el asombro que deslumbró al escritor cuando contempló su colorida luz 'adornando' un arbol en mitad de la noche cubana. "Neruda le pidió a su compañera, Delia del Carril, que vaciara su bolso para poder seguir metiendo caracoles", comenta Núñez.
El propio Neruda confesaba así su pasión y explicaba su decisión de donar la colección a la Universidad de Chile: "Nadie me quitará el deslumbramiento de haber extraído del mar el 'espondylus roseo'. [...] Recuerdo que en el museo de Pekín abrieron la caja más sagrada de los moluscos del mar de China, para regalarme el segundo de los dos únicos ejemplares de la Thatcheria mirabilis. [...] Esta espuma de los siete mares la entrego a la universidad por deber de conciencia y para pagar, en parte mínima, lo que he recibido de mi pueblo".
Ahora, parte de este tesoro que el poeta reunió durante 20 años y que le sirvió de inspiración, se despliega por primera vez ante el público. La cita es en Madrid, en la sede del Instituto Cervantes, que acoge, hasta el 24 de enero, 453 de las casi 9.000 caracolas que el poeta donó a la Universidad de Chile en 1954 gracias a la exposición 'Amor al mar. Las caracolas de Neruda', organizada por el Instituto Cervantes, la Embajada de Chile en España y la Universidad de Chile.
Las piezas desembarcadas en Madrid son las más espectaculares y el visitante puede observarlas mientras recorre las curvas del océano improvisado de la sala con el sonido del mar de fondo o escuchando, como salida de una caracola, la voz del premio Nobel de Literatura recitando sus poemas.
"Neruda encontró en las caracolas una inspiración constante, el asombro frente al prodigio extraordinario de la naturaleza, explica Pedro Núñez, comisario de la exposición.
El poeta encontró en sus caracolas la metáfora de la diversidad del mundo a pesar de las rígidas proporciones matemáticas que rigen su estructura espiral. Una cuestión que abordó en su poesía, también sacudida por la omnipresencia de un mar que conoció con 15 años. "Incluso antes de conocerlo, Neruda ya presentía la importancia que el mar tendría en su poesía. Su encuentro con él cambió su visión del mundo", afirma Núñez.
Quizás por eso coleccionara todo tipo de objetos relacionados con los océanos, desde mascarones de proa hasta barquitos en botellas.
Pero la joya de la corona eran las caracolas. La pasión de Neruda era tal que se hizo experto de la malacología. Poseía libros -algunos presentes en la muestra- y mapas de especies.
Regalos de Mao Ze Dong o de Rafael Alberti
De su colección forman parte piezas exuberantes o modestas, de formas barrocas o de una transparente sencillez. Algunas tienen grabadas inscripciones o retratos. Muchas, las recibió de personajes como Mao Ze Dong o Rafael Alberti.El poeta atracaba con gestos a sus contertulios. Un amigo le mostró su colección de caracolas. El poeta "encontró una que no tenía y que le gustó especialmente. Le cambió la cara, la cogió y la tuvo durante bastante tiempo en sus manos. Después dijo: 'muchas gracias por este encuentro, vamos a celebrarlo con un whisky', y se quedó con la caracola", comenta Núñez.
Un grupo de caracoles terrestres fluorescentes en una vitrina recuerdan el asombro que deslumbró al escritor cuando contempló su colorida luz 'adornando' un arbol en mitad de la noche cubana. "Neruda le pidió a su compañera, Delia del Carril, que vaciara su bolso para poder seguir metiendo caracoles", comenta Núñez.
El propio Neruda confesaba así su pasión y explicaba su decisión de donar la colección a la Universidad de Chile: "Nadie me quitará el deslumbramiento de haber extraído del mar el 'espondylus roseo'. [...] Recuerdo que en el museo de Pekín abrieron la caja más sagrada de los moluscos del mar de China, para regalarme el segundo de los dos únicos ejemplares de la Thatcheria mirabilis. [...] Esta espuma de los siete mares la entrego a la universidad por deber de conciencia y para pagar, en parte mínima, lo que he recibido de mi pueblo".
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