LECTURAS POR Santiago Estrella Veloz
El santiaguero que anticipó los problemas ecológicos
Son pocos los ecologistas o interesados en la ecología de esta generación que han oído mencionar el nombre del ingeniero José Luna, que bien pudiera ser descrito como "el hombre que se le adelantó al tiempo" al pronosticar, hace 70 años y con una exactitud casi matemática, la catástrofe ecológica que hoy afecta a los dominicanos.
Conocer el legado de este hombre excepcional, siempre preocupado por los problemas ecológicos del país, es casi como haberlo conocido personalmente.
Sus "Informes y Recomendaciones para la Conservación de nuestros bosques y ríos", recopilados por el Plan Sierra de San José de las Matas en 1984, son fundamentales para todo el que desee saber las condiciones de nuestras montañas y ríos entre los años 1939 y 1962, en comparación con lo que lamentablemente son ahora.
En ese período, el ingeniero José Luna no se cansó de prever, proponer e insistir en las verdaderas y definitivas soluciones para impedir el deterioro de los suelos de la Cordillera Central, de los ríos que constituyen el potencial hídrico más notable del país y de los bosques más poblados entonces.
Sus observaciones no fueron el fruto de la improvisación, sino que se fundamentaron en el hecho de haber recorrido a pie y a lomo de mulo las principales zonas de nacimiento de los ríos más importantes que comienzan en las sierras, lo que de repente nos hace recordar las extraordinarias observaciones realizadas en similares condiciones por el botánico sueco Erick Leonard Eckman, fallecido en Santiago en 1931, ocho años antes de que Luna comenzara a escribir sus Informes.
Eckman es otro pionero al que pocas veces se le menciona al hablar sobre los recursos naturales de la República Dominicana.
El ingeniero Luna, al darse cuenta del incipiente deterioro de nuestras montañas por las acciones del hombre y la agricultura migratoria, trazó las principales líneas maestras para protegerlas. Entre ellas se puede citar la elaboración de un mapa topográfico con determinación de caminos, corrientes fluviales, etc., además de la reformulación de una Ley racional y científica para la protección de nuestras montañas.
Entre sus propuestas figura el establecimiento de un Distrito Central de Conservación de Montes y Aguas, con una superficie de 14 millones de tareas, "para la enérgica protección de los suelos de nuestras principales montañas" y la ayuda muy útil en la corrección y control de los torrentes, que dan paso a la erosión, limitando la agricultura y que es perjudicial para las represas ahora existentes.
José Luna, además, sugirió ideas para prevenir y controlar los incendios forestales, así como regular los métodos de cultivos para hacerlos más rentables a los agricultores.
Una de las preocupaciones prioritarias de ese visionario fue la necesidad de atender al hombre de la sierra, al entender que "si hay un dominicano que necesita ayuda es realmente el dominicano de nuestras montañas, no solo por él y sus necesidades, sino también por nosotros mismos, pues el destrozo que esté haciendo en la región montañosa del país, a la larga afectará nuestros medios de vida".
Luna no creía en solo detener los desmontes, ni en la conservación indefinida de los actuales bosques improductivos, sino que pensaba que había que convertir a los hombres de las montañas en seres activos, capaces de luchar con valentía por su destino y transformar esos recursos en bosques productores de maderas ricas, conservándolos al mismo tiempo, para que pudiera ser admirado por las presentes y futuras generaciones.
Es bueno que se sepa, además, que el ingeniero José Luna anticipó ideas sobre el turismo ecológico, tan en boga ahora, pero además insistió en la necesidad de que el Estado auspiciara la educación ecológica desde las escuelas.
También planteó la conveniencia del fomento de los bosques familiares, hoy llamados energéticos; los asentamientos agroforestales de familias; la reforestación intensiva en todos los órdenes; lo importante que sería asegurar al campesino el futuro aprovechamiento del bosque que plantara en beneficio propio; hacer un inventario de los bosques "para su racional fomento y aprovechamiento".
Habló José Luna de la necesidad de reorganizar totalmente la Dirección de Foresta "para transformarla en elemento dinamizador para un país totalmente deforestado", algo que todavía está pendiente en estos días de globalización.
José Luna fue preciso en recalcar una mística, ingrediente fundamental y necesario para acometer y llevar a feliz término la enorme tarea que tenemos por delante, en cuanto se refiere a enfrentar la deforestación y la muerte de nuestros ríos, con la extracción indiscriminada de arena, parcialmente controlada.
Este dominicano ilustre fue categórico al decir: "Iniciar esta empresa (enfrentar la deforestación) y enamorarse de ella con todas sus fuerzas, parece que es uno de los más altos destinos de la generación actual, siendo al mismo tiempo este esfuerzo uno de los legados más estimables que podemos hacer a las generaciones próximas'.
El ingeniero José Luna dejó los siguientes documentos: "Informe sobre un Distrito Central de Conservación de Montes y Aguas", 1939; "Informe sobre el río Yaque del Norte", de 1941; el "Informe sobre Repoblación Forestal, Plan Regional y Fomento del turismo", de 1950; y, el último, "Exposición al Ayuntamiento de Santiago", de 1962, con todas las medidas indispensables para evitar el problema de la sedimentación.
José Luna no fue un hombre que se limitó a exponer problemas o a denunciarlos, algo a los que nos tienen acostumbrados quienes critican por criticar, generalmente apasionados por la política partidaria.
Fue más lejos, pues propuso soluciones, a pesar de lo delicado que era tratar de enderezar entuertos en una dictadura como la de Trujillo.
José Luna nació en Santiago el 22 de abril de 1888 y murió el 9 de julio de 1975. Es decir, este 9 julio se cumplirá 34 años de su fallecimiento.
Su vida se caracterizó por el esfuerzo personal para lograr la superación, como lo demuestra el hecho de que después de haber desempeñado los más variados oficios, logró graduarse de ingeniero de Puentes y Caminos en la entonces Universidad de Santo Domingo, hoy autónoma.
En vista de que el 9 de julio se cumple el aniversario de su muerte, el Gobierno Central o alguna Universidad debería prepararle un homenaje nacional de recordación a este hombre fuera de serie, cuyos informes y recomendaciones incluso se anticiparon a los elaborados por técnicos de las Naciones Unidas, como quien dice en tiempos recientes.
Un homenaje al ingeniero José Luna serviría para demostrar que no nos hemos olvidado de quienes han luchado por un mejor destino de nuestros recursos naturales, hoy amenazados con desaparecer.
José Luna bien puede ser descrito como "el hombre que se le adelantó al tiempo".
Conocer el legado de este hombre excepcional, siempre preocupado por los problemas ecológicos del país, es casi como haberlo conocido personalmente.
Sus "Informes y Recomendaciones para la Conservación de nuestros bosques y ríos", recopilados por el Plan Sierra de San José de las Matas en 1984, son fundamentales para todo el que desee saber las condiciones de nuestras montañas y ríos entre los años 1939 y 1962, en comparación con lo que lamentablemente son ahora.
En ese período, el ingeniero José Luna no se cansó de prever, proponer e insistir en las verdaderas y definitivas soluciones para impedir el deterioro de los suelos de la Cordillera Central, de los ríos que constituyen el potencial hídrico más notable del país y de los bosques más poblados entonces.
Sus observaciones no fueron el fruto de la improvisación, sino que se fundamentaron en el hecho de haber recorrido a pie y a lomo de mulo las principales zonas de nacimiento de los ríos más importantes que comienzan en las sierras, lo que de repente nos hace recordar las extraordinarias observaciones realizadas en similares condiciones por el botánico sueco Erick Leonard Eckman, fallecido en Santiago en 1931, ocho años antes de que Luna comenzara a escribir sus Informes.
Eckman es otro pionero al que pocas veces se le menciona al hablar sobre los recursos naturales de la República Dominicana.
El ingeniero Luna, al darse cuenta del incipiente deterioro de nuestras montañas por las acciones del hombre y la agricultura migratoria, trazó las principales líneas maestras para protegerlas. Entre ellas se puede citar la elaboración de un mapa topográfico con determinación de caminos, corrientes fluviales, etc., además de la reformulación de una Ley racional y científica para la protección de nuestras montañas.
Entre sus propuestas figura el establecimiento de un Distrito Central de Conservación de Montes y Aguas, con una superficie de 14 millones de tareas, "para la enérgica protección de los suelos de nuestras principales montañas" y la ayuda muy útil en la corrección y control de los torrentes, que dan paso a la erosión, limitando la agricultura y que es perjudicial para las represas ahora existentes.
José Luna, además, sugirió ideas para prevenir y controlar los incendios forestales, así como regular los métodos de cultivos para hacerlos más rentables a los agricultores.
Una de las preocupaciones prioritarias de ese visionario fue la necesidad de atender al hombre de la sierra, al entender que "si hay un dominicano que necesita ayuda es realmente el dominicano de nuestras montañas, no solo por él y sus necesidades, sino también por nosotros mismos, pues el destrozo que esté haciendo en la región montañosa del país, a la larga afectará nuestros medios de vida".
Luna no creía en solo detener los desmontes, ni en la conservación indefinida de los actuales bosques improductivos, sino que pensaba que había que convertir a los hombres de las montañas en seres activos, capaces de luchar con valentía por su destino y transformar esos recursos en bosques productores de maderas ricas, conservándolos al mismo tiempo, para que pudiera ser admirado por las presentes y futuras generaciones.
Es bueno que se sepa, además, que el ingeniero José Luna anticipó ideas sobre el turismo ecológico, tan en boga ahora, pero además insistió en la necesidad de que el Estado auspiciara la educación ecológica desde las escuelas.
También planteó la conveniencia del fomento de los bosques familiares, hoy llamados energéticos; los asentamientos agroforestales de familias; la reforestación intensiva en todos los órdenes; lo importante que sería asegurar al campesino el futuro aprovechamiento del bosque que plantara en beneficio propio; hacer un inventario de los bosques "para su racional fomento y aprovechamiento".
Habló José Luna de la necesidad de reorganizar totalmente la Dirección de Foresta "para transformarla en elemento dinamizador para un país totalmente deforestado", algo que todavía está pendiente en estos días de globalización.
José Luna fue preciso en recalcar una mística, ingrediente fundamental y necesario para acometer y llevar a feliz término la enorme tarea que tenemos por delante, en cuanto se refiere a enfrentar la deforestación y la muerte de nuestros ríos, con la extracción indiscriminada de arena, parcialmente controlada.
Este dominicano ilustre fue categórico al decir: "Iniciar esta empresa (enfrentar la deforestación) y enamorarse de ella con todas sus fuerzas, parece que es uno de los más altos destinos de la generación actual, siendo al mismo tiempo este esfuerzo uno de los legados más estimables que podemos hacer a las generaciones próximas'.
El ingeniero José Luna dejó los siguientes documentos: "Informe sobre un Distrito Central de Conservación de Montes y Aguas", 1939; "Informe sobre el río Yaque del Norte", de 1941; el "Informe sobre Repoblación Forestal, Plan Regional y Fomento del turismo", de 1950; y, el último, "Exposición al Ayuntamiento de Santiago", de 1962, con todas las medidas indispensables para evitar el problema de la sedimentación.
José Luna no fue un hombre que se limitó a exponer problemas o a denunciarlos, algo a los que nos tienen acostumbrados quienes critican por criticar, generalmente apasionados por la política partidaria.
Fue más lejos, pues propuso soluciones, a pesar de lo delicado que era tratar de enderezar entuertos en una dictadura como la de Trujillo.
José Luna nació en Santiago el 22 de abril de 1888 y murió el 9 de julio de 1975. Es decir, este 9 julio se cumplirá 34 años de su fallecimiento.
Su vida se caracterizó por el esfuerzo personal para lograr la superación, como lo demuestra el hecho de que después de haber desempeñado los más variados oficios, logró graduarse de ingeniero de Puentes y Caminos en la entonces Universidad de Santo Domingo, hoy autónoma.
En vista de que el 9 de julio se cumple el aniversario de su muerte, el Gobierno Central o alguna Universidad debería prepararle un homenaje nacional de recordación a este hombre fuera de serie, cuyos informes y recomendaciones incluso se anticiparon a los elaborados por técnicos de las Naciones Unidas, como quien dice en tiempos recientes.
Un homenaje al ingeniero José Luna serviría para demostrar que no nos hemos olvidado de quienes han luchado por un mejor destino de nuestros recursos naturales, hoy amenazados con desaparecer.
José Luna bien puede ser descrito como "el hombre que se le adelantó al tiempo".
El ingeniero José Luna no
se cansó de prever,
proponer e insistir en las
verdaderas y definitivas
soluciones para impedir
el deterioro de los
suelos de la Cordillera
Central, de los ríos que
constituyen el potencial
hídrico más notable del
país y de los bosques
más poblados entonces.
se cansó de prever,
proponer e insistir en las
verdaderas y definitivas
soluciones para impedir
el deterioro de los
suelos de la Cordillera
Central, de los ríos que
constituyen el potencial
hídrico más notable del
país y de los bosques
más poblados entonces.
De Santiago Estrella Veloz
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